img

NoticiasSER

| Carlos Flores Lizana. Antropólogo

Es un honor para mí hacer memoria de un buen antropólogo y cusqueñista como mi primo el doctor Jorge Flores Ochoa, quien acaba de dejar este mundo tan lleno de sorpresas que nos ha tocado vivir. Aunque parezca un juicio de parte trataré de que no lo sea, y que por el contrario ayude a conocer y valorar a un peruano provinciano de gran categoría intelectual. Sobre todo pensando en un país que, como él decía, necesita de buenos y apasionados investigadores como son los antropólogos.

Empezaré diciendo que gracias a él me inicie en el conocimiento y la investigación del Perú como país con experiencia y cultura de pastores de altura. Su tesis con la que se graduó en los Estados Unidos fue precisamente la que se convirtió en el libro “Pastores de Paratía” el año de 1968 para dar paso a su aporte continuo como antropólogo. Con esta publicación comenzó su camino de docente e investigador incansable. Ha publicado por lo menos veinte libros y muchos artículos todos relacionados con la cultura de los pastores de los Andes y otros muchos temas. También ha estudiado y publicado con apoyo de bancos e instituciones de diverso tipo, libros sobre la pintura mural cusqueña, los qeros y la iconografía inca.

Como director del Museo Inca del Cusco aportó siempre al conocimiento de esta gran civilización y próspero imperio. No fue solo un docente motivador y sencillo, sino que desempeñó varios cargos públicos donde siempre trató de servir a su ciudad y su región. De filiación política aprista, fue siempre abierto y dialogante con las otras corrientes ideológicas con las que supo convivir y buscar la conjunción de intereses en favor de su tierra y de la universidad San Antonio Abad, donde estudió y trabajó toda su vida.

Durante los tres años en los que trabajé en la Universidad San Antonio Abad compartí con él, la elaboración del informe para la UNESCO para lograr que la famosa peregrinación al Señor de Qoyllur Rit’i sea declarada patrimonio cultural de la humanidad, junto con la procesión del Corpus Christi y otras tres fiestas famosas de América Latina. Durante ese tiempo pudimos dialogar muchas veces en su casa de Huancaro, donde vivía junto con su esposa y sus hijos. Allí pude conocer al primo, a la gran persona y al gran intelectual que era. Su casa era casi un museo, llena de libros, artesanías de muchas partes del Perú y el mundo, cuadros, tejidos, piezas de piedra y arcilla, candeleros de bronce y barro, etc.

Me daba sana envidia ver los pergaminos, premios, medallas y diplomas que colgaban o estaban colocadas en repisas o paredes, todas ellas mostrando el aprecio y reconocimiento a sus aportes y compromiso con la cultura inca, el Cusco y el Perú. Allí supe de la triste noticia de como perdió un hijo jovencito en una silla de dentista, un hecho trágico que marcó mucho la vida y la fe de un hombre tranquilo, alegre, pero capaz de llorar y preocuparse por los demás.

Jorge Flores Ochoa fue un buen investigador que ha mostrado ser capaz de aportar seriamente al conocimiento de nuestro pasado y nuestro presente. Su prestigio académico no se quedó en el Cusco y el Perú, sino que trascendió a países como los Estados Unidos de Norteamérica, Chile, Bolivia, Francia y otros donde fue muchas veces invitado a dar conferencias.

Junto con otros antropólogos cusqueños y apurimeños ha formado a muchos jóvenes en su camino de ser buenos científicos sociales, cosa que no ha sido fácil ya que nuestra carrera todavía no tiene la demanda ni el lugar que le corresponde. Recuerdo con mucha claridad que un buen numero de estudiantes entraban a la Facultad como una etapa de transito hacia otras carreras más lucrativas y con más demanda laboral. Para cualquier docente esto era poco motivador a la hora de enseñar y atender a los estudiantes, sin embargo siempre buscamos que los jóvenes se entusiasmaran con su carrera y llegaran a ser profesionales que aporten a entender y valorar nuestro legado cultural. En aquel tiempo, en la Universidad me llamaba la atención que muchos estudiantes no vieran como importante aprender el quechua y el aymara como parte de su formación profesional, defecto que también encontré en la Universidad Católica de Lima, y justamente frente a ese desinterés Jorge Flores Ochoa era una lección viva, porque hablaba ambos idiomas, gracias a lo cual pudo hacer investigaciones a profundidad

Para terminar quiero recordarlo como una persona abierta y sensible, capaz de conversar con grandes investigadores de nuestro país como John Murra, con el que desarrollo una gran amistad y trabajos conjuntos, así como con otros grandes estudiosos del mundo andino como Tom Zuidema, Maria Rostworowski, Luis Millones, Luis Lumbreras, etc, y sobre todo siempre dispuesto a replantear sus hallazgos.

Fuente: http://www.noticiasser.pe/opinion/jorge-flores-ochoa-un-antropologo-que-deja-huella




Bajar o Subir

 
Temas